Page 70 - Yo quiero ser como ellos
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lo detiene sino que lo desanda y los recueros se confrontan con
            una ciudad distinta: por los cambios en el paisaje urbano y por
            los cambios en la persona que recuerda y contempla y mira y
            reconstruye. Escribir, anotar, como en un cuaderno de bitácora, se
            vuelve necesidad e impulso. El poema es la brújula que orienta al
            espíritu; el agua que lo calma o lo libera.

                 El poeta redescubre y expresa su ciudad en el poema, en
            el símil y la metáfora. Si nos paseamos por estas figuras estéticas,
            iremos conociendo y poseyendo el espacio urbano, la ciudad de
            Borges. Empezamos por la calle:


                 “Las calles de Buenos Aires
                 ya son mi entraña”


                 Las calles conducen a las plazas y las calles del recuerdo a
            los detalles. “¡Qué bien se ve la tarde desde el fácil sosiego de los
            banco” (Fervor, 21). El poeta está allí, sentado en la plaza, entre
            los árboles que “atenúan la rigidez de la imposible estatua” (Fervor,
            21). La plaza es el espacio donde converge y se encuentra la
            ciudad, el ciudadano, lugar para el sosiego y el soñar. Ricos y
            pobres, paisanos y extranjeros, todos confluyen, con la tarde
            —desde allí más hermosa— en “la honda plaza igualadora de
            almas” que se “abre como la muerte, como el sueño” (Fervor, 21).
            La plaza nos iguala, adquiere aquí una profunda significación
            humanística y trascendente. El sueño y la muerte reciben igual
            al patricio y al plebeyo. La plaza es de todos por igual, como la
            tarde.


                 De la plaza el poeta se va a los arrabales y en el trayecto los
            versos recogen la visión y emoción del hombre en las esquinas,
            el almacén rosado, el círculo de agua del aljibe, los cementerios
            de La Chacarita y La Recoleta.  Pasa por El Paseo de Julio y
            apostrofa sus lupanares, su artificio musical, su decadencia, es
            calle donde el alcohol y la prostitución pactan “con la muerte”
            y “toda felicidad, con sólo existir, te es adversa” (Cuaderno, 96).




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