Page 71 - Yo quiero ser como ellos
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Pero si  la fealdad  de una  carnicería  que  exhibe  una
            cabeza de vaca o la vida perdida entre los lupanares provocan su
            repulsa, una tapia, una plaza de tierra, un baldío, despiertan en él
            momentos felices y emociones secretas. Y el poeta los canta.  Así
            eleva una “Elegía a los portones”, donde “esa higuera que asoma
            sobre una parecita/ se lleva bien con mi alma” (Cuaderno, 83). Es
            el espíritu y la vista puestos sobre las cosas sencillas —la higuera,
            la parecita— que escapan al transeúnte de las grandes urbes y se
            graban, en cambio, en el alma del poeta y tocan lo profundo de su
            sensibilidad.



                 La ciudad se nos va

                 La ciudad cambia, se va, para el viajero que retorna como
            para el parroquiano que se queda. Esos espacios abiertos que tanto
            alegraron el espíritu se irán poblando; la pampa entre la ciudad
            y el horizonte se llenará de barrios, fábricas, edificios. El pasado,
            lo que fue y lo que estuvo, se convierte en nostalgia.  E incluso,
            donde la ciudad no cambia y permanece, cambiamos nosotros; la
            percepción y la mirada son otras. El tiempo, los años, nos harán ver
            pequeño lo que ayer nos parecía grande; descubriremos detalles
            otrora inadvertidos: es el contrapunto entre el hombre y la ciudad:
            física y espiritual.

                 La nostalgia estimula, compele al retorno. Pero ya éste no
            es  posible,  lo  que  justamente  alimenta  a  la  nostalgia  y  hace  un
            círculo. No hay manera de reinstalarse en el pasado y vivirlo.
            Borges, que en esto y muchas cosas es escéptico (o realista), así lo
            asume: “Nadie —fuera de cierto aventurero que soñó Wells— ha
            descubierto el arte de vivir en el futuro o en el pasado” (Luna, 55).
            El retorno en el tiempo y el  rescate del pasado sólo es posible
            en el arte o a través del arte. Los poemas de Borges nos permiten
            vivir su Buenos Aires, la ciudad que él conoció y donde vivió; la
            que hizo perdurable en el verso y la metáfora. Si escribir, en este
            caso, es crear o re-crear —crear de nuevo— la ciudad, entonces
            leer es habitar. La poesía hace el milagro. El poeta es testigo de



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