Page 52 - Yo quiero ser como ellos
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aniversario de Acción Democrática. Si se hubiese adelantado
            o atrasado  24 horas, tendría que celebrar su cumpleaños en 
            una fecha oprobiosa  para América Latina o en una pavosa para
            Venezuela. O sea, no podría celebrar nada. Por eso se coló por
            los palos y esquivó coincidir con dos calamidades, justo cuando
            las condiciones estaban dadas, como diría algún camarada
            irreductible. 

                 En su línea vital,   celebró su cumpleaños con la
            presentación de su más reciente libro, titulado  La  palabra
            de hoy, todo un derroche de humor e inteligencia, valga la
            redundancia. Esta salida literaria es propia de un consumado
            humorista, pues en vez de la gente obsequiarle algo a Aníbal,
            viene él y aprovecha su día de nacimiento para regalarle un
            libro a su país, a la Venezuela de sus luchas y amores. Por eso,
            amigo, setenta veces muchas gracias.

                             (EL Nacional, 29-09-1998)

                 El oficio de llamarse Aníbal


                 Aníbal Nazoa, sanjuanero, eligió por oficio la escritura, lo que
            para la sociedad utilitaria, petrolera y pragmática de su tiempo, era lo
            mismo que ser un sin oficio, casi sujeto de la famosa y temida Ley de
            Vagos y Maleantes. Su arte fue el humorismo, sin duda un agravante
            de la condición anterior. Por eso los gendarmes de la dictadura (pacos)
            como de la democracia representativa (tombos) siempre le tuvieron
            el ojo puesto. Por escritor y humorista –auténtico en ambas facetas-
            era un tipo altamente sospechoso. Fue un subversivo del espíritu y las
            convenciones. Un revolucionario en la escritura, en el arte, en la vida.

                 Desde su oficio de escritor y su arte de humorista, entregó
            un tratado sobre las artes y los oficios de este universo mundo. Una
            delicia de libro cuya lectura sólo es estorbada por esta presentación. Si
            luego de tan categórica afirmación sigo escribiendo es porque, quien
            estorba, es el último en darse cuenta de ello, generalmente cuando
            otro lo empuja y aparta. El lector tiene toda la libertad de hacerlo


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