Page 55 - Yo quiero ser como ellos
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Hace un año, querido Aníbal, te marchaste a reportear por
            otras dimensiones. Era agosto y garuaba. Así se rompió la dupla
            que formamos frente  a la más formidable y obsesiva artillería
            mediática de que se tenga noticia contra proceso alguno. Se
            “rompió” es un decir. Tus obras incompletas vienen por allí y tus
            columnas y las de Matías Carrasco a cada rato acuden a las citas de
            fablistanes y politicastros, o como diría un adeco ninguneado por
            Carmona a la hora del reparto, “son-traídas-a-colación”.

                 “A colación”, viejo, ¿te das cuenta? El lugarcomunismo,
            término que acuñaste como tantos otros, sigue adornando la añeja
            retórica del “nuevo” discurso político. Me designaste tu  corresponsal
            en la tierra y trato de cumplir la encomienda pero, a veces, ocurren
            cosas que, como diría el tipo antes citado, “reclaman el concurso de tu
            pluma”. La mía resulta inhábil para entrarle al ex abrupto del Tribunal
            Supremo, según el cual el golpe de abril no fue golpe, la felonía no fue
            felonía y los carceleros del Presidente resultaron sus santos protectores,
            conforme dicta la curiosa sentencia.

                 Sólo un Matías Carrasco, en guardacamisa y acogotado por el
            calor, podría explicar la semántica de lo que en Venezuela, a partir de
            la sentencia del TSJ, se conocerá como “protección”. Para protegerse,
            se desvía una marcha y se le lleva al punto de mira de francotiradores
            contratados. Se provocan unos muertos y se te conmina a entregarte,
            bajo amenaza de bombardear al Palacio. Se te encarcela y ruletea. Se
            te inventa una renuncia y se nombra un Presidente en tu lugar. Se
            disuelven todos los poderes –incluido el TSJ- y hasta el retrato de
            Bolívar es defenestrado. Luego, el destituido TSJ declara a quienes lo
            abolieron, pro-tec-to-res.

                 Mi pluma, Aníbal, no da para tanto. La palabra  golpe  se
            perdió, fue execrada. Los medios la censuran, no la mientan ni la
            escriben porque saben que es la soga en casa del ahorcado. Les da
            grima. Eso sí, pegaron tremendo brinco cuando nada menos que
            el embajador gringo declaró que aquí hubo una ruptura del hilo
            constitucional, o sea. ¿Cómo se rompió? ¿Quiénes se colocaron al
            margen de la Constitución? ¿Qué papel jugaron en esa ruptura –o



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