Page 53 - Yo quiero ser como ellos
P. 53

y le auguro que saldría ganando. Para los que se queden por puro
            masoquismo hacia las letras o simple curiosidad, he de decirles que
            en el estudio de Aníbal sólo escapa un oficio a la agudeza de su pluma:
            el del presentador de libros.

                 Presentar libros es un oficio absolutamente prescindible, pero
            existe, como tantos otros analizados por Aníbal, cuya utilidad resulta
            indemostrable. Son cosas que están allí, funciones que se cumplen,
            actos que ocupan un lugar en la vida sin saberse por qué ni para qué.
            No son ritos ni ceremonias, pues éstos son necesidades espirituales,
            arraigados en el imaginario colectivo, objeto de estudio incluso de las
            ciencias sociales. En cambio, ningún antropólogo pierde su tiempo
            analizando el dudoso oficio de presentar libros. Además se trata de
            algo bastante fácil por dos razones: quien presenta una obra lo hace
            porque le gusta o porque es amigo del autor. Luego, no es un crítico
            literario o cosa parecida. Es un presentador, más nada. Como diría el
            propio Aníbal: “Gran cosota”.


                 A Aníbal Nazoa lo queremos como el amigo entrañable y lo
            admiramos como escritor y humorista. Hablo en presente de quien,
            por sus obras, nunca será pretérito. Con Las artes y los oficios
            se inicia la publicación de sus obras completas. Las incompletas ya
            las dio a conocer en vida. Es un libro deliciosamente arbitrario en
            el que encontramos oficios socialmente aceptados –el de abogado,
            médico o mecánico-, los cuales se pueden definir, caracterizar,
            trazar el perfil de sus ejecutantes, pero asimismo, topamos con otros
            oficios como el de antisocial, desempleado, abstemio, e incluso, el del
            político. Quehaceres, por llamarlos de alguna forma, que sólo un fino
            humorista puede definir, caracterizar y hasta trazar el perfil de sus
            oficiantes. Es decir, categorizarlos y conceptualizarlos. Eso es lo que
            hace Aníbal con la profunda amenidad de quien estudió a fondo a los
            personajes objetos de su sátira y observación.

                 Aníbal respeta la objetividad científica, prodiga igual trato al
            malandro como al filántropo, al diplomático como al apostador,
            pues todos son oficios que requieren preparación y condiciones.
            Cada uno tiene lo suyo. No todo el mundo, por ejemplo, puede ser



                                                                   53
   48   49   50   51   52   53   54   55   56   57   58