Page 50 - Yo quiero ser como ellos
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está en capacidad de ejercer con profesionalismo oficios como el de
            drogadicto, astronauta u oculista.

                 La  lectura  de  la  obra  humorística  de  Aníbal  Nazoa  nos
            incomoda porque, mientras leemos, el autor nos coloca enfrente
            un espejo en el que nos vemos en los momentos más cómicos
            o cursis. En ocasiones, el estilo del que se está burlando o está
            cuestionando, es el mismo que estamos empleando en alguna
            forma de escritura. O en el caso de los oficios, nos vemos retratados
            o trazada la imagen de algún amigo o conocido. Al sobreponernos
            de  la  burla,  soltamos  la  carcajada  o  esbozamos  la  sonrisa  de  la
            complicidad. En este sentido, Aníbal no conduce al ejercicio de la
            máxima expresión del humor, que no es otra que la capacidad de
            reírnos de nosotros mismos.


                 Aníbal Nazoa fue extraordinario narrador –tiene razón
            Aquiles-, un prosista que cultivó el celo por el idioma y conocía
            y explotaba todas sus potencialidades.  Estudioso del lenguaje
            especializado, nos deleita con la parodia a la lexicografía de cada
            profesión u oficio, así como al argot o jerga de regiones, barrios
            o  grupos.  Fue  magistral  en  el  manejo  de  la  ironía.      Su  obra
            humorística es memorable y antológica y él, en pocas palabras, un
            Maestro del humor. Un artista de la palabra.


                 70 veces Aníbal     

                 Aníbal Nazoa acaba de cumplir 70 septiembres de crónicas,
            cuartillas y libros y la prensa cultural y política, donde siempre ha
            habitado, no se dio cuenta. Nació en la oposición y sospechó que no
            piensa salir de allí. Un humorista en el poder (político, económico,
            mediático o eclesial) precipita sus días. Y Aníbal, sin dudas, prefiere
            otras formas de “autosuicidio”, como diría el filósofo cautivo (de Alfaro
            y Caldera) que con cierta periodicidad se asoma a su impar columna
            “Aquí hace calor”.


                 Entre amigos, Aníbal celebró  sus cumpleaños como lo deben
            hacer los escritores: con el bautizo de un libro. Con toda razón la


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