Page 57 - Yo quiero ser como ellos
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Para un estudiante que leía, recortaba y guardaba las
            columnas del señor Nazoa, conocerlo personalmente resultó algo
            extraordinario, como dicen los chamos de hoy, increíble. Uno de
            esos privilegios que la vida nos regala una buena e inesperada
            tarde. Años después andábamos con Aníbal dictando charlas
            humorísticas por esos auditorios de Dios.      Alguna madrugada nos
            sorprendió conversando con un tráiler allá en Ciudad Guayana, en
            los espacios de la Siderúrgica del Orinoco. Allí nos alojaron quienes
            nos invitaron a dar una conferencia humorística a los ingenieros,
            técnicos y obreros de las empresas básicas. Pensamos que resultaría
            difícil hacer reír a estos hombres y mujeres templados al calor del
            hierro y el acero. Todo lo contrario, lo difícil era hacerlos contener
            las carcajadas para continuar nuestra irresponsable exposición.

                 Luego, con Aníbal, anduvimos por universidades, liceos,
            institutos autónomos, empresas públicas y privadas, calles y actos
            políticos, dictando foros, conferencias, charlas y mamaderas de
            gallo. Si no mal recuerdo, la única vez que nos ganamos unos
            churupos fue cuando, en compañía de Laureano Márquez,
            participamos en un acto de abogados en Valencia. Cobrar al
            Colegio de Abogados unos honorarios mínimos era una cuestión
            ética o una medida precautelar ante quienes, en caso de necesitarlos,
            no nos iban a perdonar (ni a exonerar) por muchas conferencias
            que le hayamos dictado. No sé cómo hizo Laureano pero aquel
            día lo quisimos convertir (a Laureano) en nuestra ONG particular.
            Luego nos enteramos de que el pago recibido no se debió a sus
            habilidades de cobrador, sino a otros avatares.

                 Ahora mi amigo Aníbal se fue por allí y ya no está y de la
            confusión pasamos a una tristeza que aprieta fuerte. Los últimos
            domingos anduvimos con él, en el carro de Roberto Malaver, dando
            vuelta por su urbanización y hablando de lo humano y lo divino.
            Estaba muy enfermo, pero tampoco le veíamos intención de irse
            a ningún lado. Señor de escritura, su conversación no era menos
            agradable y enriquecedora. Hizo suyo el Credo de su hermano,
            el gran Poeta Aquiles Nazoa, en su firme creencia en los poderes
            creadores del pueblo. Culto, inteligente, curioso, observador,



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