Page 164 - Yo quiero ser como ellos
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que tan temprano oscurecían, a “seguir mojando bobinas de papel
con la tinta sagrada del espíritu”. Porque era el único camino para
“reconquistar la fuerza interior, el impulso vital, elan sublime de la
creación”.
Y esto si me abate religiosamente porque cuando a ti te
fallaron ese impulso vital y esa fuerza interior, yo no sé dónde me
hallaba. Pero es pasajero. Recordé el poema de El árbol de Milodas
que me hirió con hojas de seda una tarde de diciembre que se nos
hizo madrugada: “¡Te conozco pan tierno / porque alabé tu trigo!”.
Bien sé que cuando decididamente escogemos un camino –aun
el camino irreversible a la eternidad de las estrellas- es muy poco
lo que los amigos pueden hacer. No hay reproche. Ni siquiera
vamos a pelearnos con Dios, pues el mismo Dios ve con respeto las
apuestas de los únicos seres, muertos o vivos, que osan emularlo:
los poetas.
Más, mentiría si niego el dolor de vacío que me golpea.
Al fin, uno no es más que uno y uno que otro amigo. Y así, nos
vamos fracturando en cada adiós hasta no saber si es uno el que se
va o el que se queda, ni tampoco de qué lado de cada adiós vamos
quedando.
También para mí, amigo mío, hoy es tanto el silencio que
lo toco.
El Nacional, 22-06-1988
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