Page 165 - Yo quiero ser como ellos
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PEDRO NOS MIRA A TODA HORA
Y nunca es suficiente. A veces uno está escribiendo y Pedro
Chacín se asoma entre las líneas y sugiere palabras. Caminamos
por las calles, lo vemos acercarse y luego se escabulle entre la
gente, así como así. Vas por la autopista y lo sientes arrellanado a
tu lado, sonreído, pidiéndote que le aprietes la chola a esa pocilga,
hombre de velocidad ¿y belicosidad?, para todas las cosas, hijo del
viento de Orituco. Si estás alegre, viene y ríe contigo. Si te sofoca la
tristeza, se aparece y te frota el corazón y te dice “Vamos, vamos,
la vida nos espera”.
Con Pedro, para poder abarcarlo, son inevitables los
poetas. El Vallejo de los “golpes tan duros en la vida, yo no sé”. El
Neruda de los veinte poemas de amor y una canción desesperada,
aunque en Pedro fueron mucho más de veinte los poemas de amor
o los amores poéticos y no hubo desesperación en la canción. El
Martí inmenso en la rosa blanca y la mano franca del amigo. El
Machado que siempre andaba -y así era Pedro- ligero de equipaje.
El Valera Mora, el Chino, que intrigado se preguntaba cómo
camina una mujer que recién ha hecho el amor. Joda de Pedro que
por algo escribió su Manual de levante. Y en fin, pero no por fin,
el Miguel Hernández que nos hace ver en Pedro “el rayo que no
cesa”. Pedro, incesante rayo en el amor, la solidaridad, la entrega
y la amistad.
A mí me piden un prólogo para el libro de Pedro y me
joden. Me joden y me honran. Soy hombre de palabras y me quedo
sin palabras, Las letras, vitales en mi oxígeno y en mis poros, me
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