Page 161 - Yo quiero ser como ellos
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directiva. Tuve temor. Algunos burócratas de esa directiva le sacan
            estatutos hasta al dolor. Temí que apelaran a los mismos frente al
            colega muerto y, para reforzar mi solicitud de que asumieran los
            gastos funerarios, me fui a la escuela, redacté una carta y recogí la
            firma de los profesores para respaldar la petición. La aprobaron. Ya los
            hijos de Argenis habían sacado sus ahorros para comprar el terreno en
            el cementerio. 

                 En este corri-corri entre el dolor y la impotencia -se debía la
            clínica, los gastos de terapia intensiva en el Hospital Clínico y ahora
            la funeraria- me sugirieron que acudiera al Fondo de Jubilaciones. No
            llegué hasta allá. Sus directivos solamente creen en ellos mismos. Algunos
            son vitalicios. Otros no quieren salir de allí, cuando la rotación en dicho
            organismo debería ser estatutaria y obligatoria, para bien del instituto y de
            las mismas personas que llegan a su directiva. Pero no, se atornillan y el
            Consejo Universitario no les afloja las tuercas. Allí se manejan más de dos
            mil millones de bolívares. Y pensar que con una miseria de esa cantidad,
            se le resuelve el problema a un profesor enfermo y se le alivia la angustia
            a sus familiares.

                 Al poeta Argenis Daza Guevara lo quería mucha gente. Es la cara
            buena de la moneda. Allí estaban todos en la funeraria. Sus colegas, sus
            amigos, sus viejos compañeros de lucha y poesía. Llegó el Presidente de la
            República con su caravana y sus acompañantes. Vino gente de lejos. Allí
            estaba la presencia compungida y solidaria de sus alumnos, con toda la
            pureza de una juventud que despedía a su maestro, a un hombre bueno,
            a un amigo cabal, a un intelectual brillante y a un fino poeta que labró
            en palabras su soledad y su sensibilidad. Después lo metieron en una
            camioneta y se lo llevaron. Yo no fui al cementerio, no quise ir. Me vine a
            mi casa y me quedé vagando en mi vacío y mi confusión. Mi amigo
            Argenis Daza Guevara también andaba por allí, como flotando.



                               El Globo, 07-05-1994








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