Page 159 - Yo quiero ser como ellos
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En hombres como él, más que una profesión, la docencia es una
            vocación.  Fue maestro de primaria, para lo cual en este país se
            necesita alma de apóstol, redentor y mártir. Los maestros son los
            últimos soñadores de una sociedad que ya no sueña y los últimos
            héroes de una patria tomada por villanos. Y Argenis fue maestro.
            Decidió también, cuando lo tocó la revelación del verbo, que su
            destino sería literario. En cuerpo y alma penetró en ese territorio
            del  desamparo que es  la  poesía.  La sociedad  materialista de
            trúhanes se lo cobraría ahora y siempre y hasta en la hora de su
            muerte. Así fue. 

                 En otro espacio yo escribí mi dolor. Quiero ahora dejar en
            palabras el testimonio de mi rabia y mi impotencia. Desde que
            Argenis cayó en cama, derribado de sus pequeños pies por un
            derrame cerebral, empezamos a correr para superar precariedades
            y humillaciones. Ya para internarlo en una clínica, sus jóvenes hijos,
            ambos estudiantes, tuvieron que “inventar” 200 mil bolívares. No
            sé cómo, ni importa, pero lo hicieron. Su inseparable amiga Eslaly,
            sal de sus días y linterna de sus noches, tuvo que estrujar su dolor
            y multiplicarse. La madre de los muchachos, sufriendo la angustia
            de sus hijos y la propia. Y la burocracia golpeando. 

                     la cobertura del seguro de los profesores universitarios.
            ¿Qué hacíamos ahora con Argenis? Cada día de hospitalización
            aumentaba el dolor espiritual y el drama material. Uno contaba los
            minutos para su recuperación y arrebatárselo a la muerte, pero la
            clínica llevaba otra contabilidad. Y lo sabíamos. Se logró pasarlo al
            Hospital Clínico Universitario. Atrás dejábamos una deuda pero
            de eso nos encargaríamos después. 

                 ¿Teníamos sus amigos  que hacer unos bonos de 500 bolívares
            para andar vendiéndolos de mano en mano por mi amigo Argenis?
            Por ser él profesor universitario, con veinte años de docencia al
            servicio de la universidad y al país, no debería. Pero la realidad
            decía otra cosa. Un profesor universitario no tiene donde caerse
            muerto. Antes, tiene prohibido enfermarse. El o sus familiares.
            Un seguro de un millón doscientos mil bolívares, una clínica se lo



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