Page 154 - Yo quiero ser como ellos
P. 154
que ver con un fino y cultivado sentido del humor. Su serenidad
contrastaba con el pánico que me embargó. Con todo, atiné a
decir: “Bueno, sí”-
Cumplí veintiséis años al frente de la cátedra que mi
profesor Federico Álvarez me asignó, de la que me entregó relevo
un día para mí indeleble. La misma emoción de aquella mañana
de 1976 en su oficina, la volví a experimentar cuando Olga
Dragnic, su compañera de por vida, me llamó para pedirme
escribir el prólogo de una nueva edición de La información
contemporánea. Era un tremendo compromiso y un alto honor
pergeñar estas líneas sobre una obra cuyas páginas, en el
medio periodístico venezolano y en las aulas de las Escuelas de
Comunicación Social del país y Latinoamérica, siguen abiertas.
Compromiso que se me multitplicaba en reto al recordar que la
primera edición fue prologada por ese humanista excepcional
que fue Orlando Araujo, genio y figura, verbo y gracia.
Agradezco a Olga Dragnic, allá en el cielo de Gutenberg
o en el infirmo de Mc Luhan, la oportunidad que me dio de
volver a escribir y pronunciar una palabra; esa sola palabra que
resume mis sentimientos hacia la figura y memoria de Federico
Álvarez:¡Maestro!
Federico Álvarez, maestro
Quizás una oración, tal vez una elegía, quisiéramos
escribir en la hora de una ausencia. Pero los géneros profundos
se hacen esquivos cuando la persona de nuestros afectos se
marcha, como quería Antonio Machado, “ligero de equipaje”.
El profesor Federico Alvarez no fue hombre de parafernalias
y aspavientos en vida; mucho menos lo sería en la hora de la
muerte. Ayer, antier, un día de éstos, partió de viaje como se
van los sabios, como quien sabe que se queda un poco y mucho
en cada uno de los que fueron sus discípulos, varias generaciones
de periodistas.
154