Page 157 - Yo quiero ser como ellos
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ARGENIS EN ANTROLUZ












                 No sé dónde queda el lugar llamado Antroluz. Tampoco si
            es una cueva de luz, una caverna luminosa, algún remoto planeta
            o un mundo perdido. De lo que sí estoy seguro es de que el poeta
            Argenis Daza Guevara estuvo allí y lo conoció. Lamentablemente,
            no hubo tiempo para que nos hablara del lugar. De ese extraño
            viaje, él siguió de largo al mundo del silencio, donde las palabras
            existen sin necesidad de signos, ni orales ni escritos, ni fonéticos ni
            gráficos. Simplemente, son.

                 Yo me asomé a Antroluz pero, en ese momento, no lo supe.
            Fue la mañana del 27 de abril de 1994; la fecha precisa, lo único.
            Llegué al Hospital Universitario de Caracas y subí al piso donde,
            inconsciente, tenían al poeta en observación para someterlo a una
            riesgosa operación debido a un accidente cerebral, intervención
            que no llegaría a realizarse. Pude asomarme a su habitación y
            divisé dos camas. En una el poeta; en la otra, una paciente a la
            que apenas miré. La atmósfera de hospitales siempre es borrosa,
            extraña.

                 A la salida me estremecí cuando Eslaly, la Turca, la
            consecuente compañera de Argenis, me dijo que la otra persona,
            también en estado de gravedad, era la poetisa Ida Gramcko. Me
            parecía ficción, sueño, juego, mentira, todo aquello. Dos poetas,
            hombre y mujer que habitaban la palabra, ambos inconscientes,
            coincidían sin que ninguno supiera del otro en un cuarto del
            hospital. Un encuentro fortuito pero crudamente real que
            trascendía la consabida y tantas veces imitada fórmula surrealista.


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