Page 103 - Yo quiero ser como ellos
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un cuatro, un violín, una guitarra, un bandolín, unas maracas,
un tambor. Era un pueblito de 400 habitantes, lleno de música, y
frecuentemente las noches nos reuníamos a tocar, cantar, bailar...”.
El pueblo musical de mis ficciones ya existía antes de que
yo lo imaginara. Se llama La Candelaria y allí nació, no podía
ser en otro lugar, uno de nuestros más insignes guitarristas. Y
cuando digo “nuestros”, incluyo en el plural a la América Latina
y al planeta todo porque las interpretaciones, armonizaciones
y el virtuoso repertorio del maestro Alirio Díaz, alcanzaron
dimensión universal para orgullo de todos los venezolanos. El
arte del maestro nos demuestra lo artificial que son las cosas
concretas, los lugares específicos, la geografía con sus límites
y coordenadas. Sí, La Candelaria era una aldea perdida en las
tierras desérticas del estado Lara, donde el verano se dilata para
decirlo con la imagen del poeta Luís Alberto Crespo, pero esa
aldea escogida por el polvo y la canícula, extendió sus fronteras
por los cincos continentes gracias a la guitarra de Alirio Díaz.
La Candelaria, La Canducha, como la llaman sus habitantes,
extendió sus límites de la mano, o mejor, de los dedos del
maestro. Y los dedos de Alirio Díaz hacen y cabalgan en la
música, que es ilimite.
Allí en La Candelaria, un 12 de noviembre de 1923,
saquen la cuenta, o mejor, no pierdan el tiempo echando
número porque los artistas son intemporales, ese día y ese
año nació Alirio Díaz Leal, hijo de Pompilio Díaz González y
Josefa Leal Álvarez. Por ambas ramas, la paterna y la materna,
le vino la música, al igual que a sus once hermanos. Y si además
nació en La Candelaria, su destino musical estaba escrito. Pero
el hecho de que un destino esté escrito no quiere decir que se
cumpla. Hay un trazo en las líneas de las manos que lo escribe
cada quien. Hay un rescoldo de los astros que nos guían donde
los senderos se bifurcan, como diría Borges, y es uno quien
debe decidir por cuál seguir. Hay una parte de la herencia
genética que es sólo potencialidad y que se puede dejar allí
sin molestarla, dormida, o desarrollar a voluntad. Y una férrea
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