Page 102 - Yo quiero ser como ellos
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ALIRIO DÍAZ: UNA PASIÓN, UNA GUITARRA
Imaginen a un pueblo donde desde siempre, todo el día y
la noche toda, se oye una guitarra. Nadie sabe quién la toca ni de
dónde sale la música. Imaginen que se alejan y desde la distancia,
descubren que el pueblo es un curioso pentagrama. Imaginen
el desconcierto de los forasteros ante ese concierto perenne que
los recibe y los sigue por todas partes. Creerá el viajero que la
dirección del viento, tenida en cuenta por los moradores para
sus faenas, provoca la melodía con sus altos y sus bajos. Pensará
que la guitarra de fondo imaginaria, cuya garganta pudiera ser el
aljibe y no lo es, ha de ser fruto de la remota memoria musical de
cada quien. Sin esa música, se dirá el forastero, la vida en estos
parajes no tendría sentido y resultaría insoportable, pero sentirse
habitante de un mundo musical justifica la esperanza.
Este era un pueblo ficticio. Hace unos años escribí un relato,
un cuento, en el que el personaje central, incorpóreo, es el sonar
de una guitarra que nadie sabe quién la toca. Pero la realidad
siempre termina por alcanzar a los fabuladores. Tiempo después,
no hace mucho, leí una entrevista que le hizo Milagros Socorro
al maestro Alirio Díaz para la Revista Nacional de Cultura y di
con aquel pueblo que creía que sólo existía en la geografía de mi
imaginación. Allí decía el maestro con respecto al eterno dilema,
no sé si falso, de si el artista nace o se hace:
“Es una mezcla. Uno nace con talento, pero en mi caso
contribuyó el hecho de que nací en La Candelaria, donde la música
era el pan espiritual de cada día. En cada casa había un instrumento,
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