Page 105 - Yo quiero ser como ellos
P. 105
Lo he dicho rápido para no fatigarlos con una biografía
que es un libro abierto de tesón, privaciones, decisión, penurias,
estudio, curiosidad, paciencia, estrecheces y empleos que van
desde portero de cine, hasta trabajos de tipografías. Claro que el
destino musical estaba escrito en los genes, en los astros si quieren,
y en el lar nativo, pero cuán difícil y arduo fue alcanzarlo, hacerlo
propio, elevarlo hasta la excelsitud para luego, generosamente,
entregarlo en arte al mundo y a su país, y en enseñanzas a los más
jóvenes.
Cuando Alirio Díaz habla de sí mismo en las múltiples
entrevistas que le han hecho, lo hace siempre con una agradecida
devoción de sus maestros, del hermano que le regaló la guitarra, de
los amigos y de los libros que heredó del abuelo. Siempre están en
sus declaraciones don Chío Zubillaga, Rodrigo Riera, Laudelino
Mejías, Raúl Borges, Vicente Emilio Sojo, Antonio Lauro, Regino
Sainz, Andrés Segovia y tantos otros que tuvieron que ver con
su maravillosa aventura desde aquel pueblo musical que parece
ficticio, hasta sus interpretaciones magistrales por todo el mundo.
La fama no nos lo robó. La Candelaria, su Canducha, donde
siempre vuelve en busca de sus huellas familiares e infantiles,
ese origen campesino, no ha dejado que la vanidad lo sobrepase.
El magisterio de don Chío Zubillaga, que fue entrega generosa,
lo marcó y él lo ejerce también en entrega y enseñanza a los
más jóvenes. No sólo es un intérprete y armonizador, sino un
investigador de nuestra historia y nuestra música. Ya desde la
infancia, su afán por investigar y conocer lo llevó a escribir una
suerte de historia de su pueblo. Luego publicaría: Al divisar el
humo de la aldea nativa, así como otros trabajos de investigación
y opinión.
Es pues, Alirio Díaz, un hombre de la música y de las letras,
por eso me atreví a pergeñar estas líneas. Por la vecindad con las
letras y la palabra de quien fue tipógrafo y corrector de pruebas,
nobles oficios que la tecnología borró, pero que acendraron y se
quedaron en el espíritu. Frente a un virtuoso de la música uno se
105