Page 109 - Yo quiero ser como ellos
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con la guitarra, de sus diálogos con ella, de sus confidencias. Lo
hemos leído en su copiosa hemerografía, en el ensayo biográfico
que acaba de publicar Alejandro Bruzual, en el libro que con el
bello título Dos Guitarras, escribiera su paisano Juan Páez Ávila,
en el que esas Dos Guitarras, son Alirio Díaz y el excelso maestro
Rodrigo Riera, en un diálogo que nos brinda el privilegio de
escuchar la conversación de dos virtuosos y de dos venezolanos
de excepción. Y si el maestro, aquel niño de la aldea lejana, no
puede apartarse de su guitarra, parece que la guitarra también
se desespera si el guitarrista tarda. Ya lo escribió el poeta cubano
Nicolás Guillén:
Tendida en la madrugada
La firme guitarra espera:
Voz de profunda madera
Desesperada.
Esa es una desesperación amorosa, como diría Neruda, pero
un mal orador, por razones menos sublimes, pudiera desesperar
a un auditorio. Esto hay que evitarlo a todo trance y el método es
sencillo. Digamos con Alejandro Bruzual:
“La presencia de Alirio Díaz ha determinado en buena
medida, el devenir del medio guitarrístico venezolano. Junto a las
composiciones de Antonio Lauro, sus interpretaciones han sido la
motivación fundamental de los guitarristas posteriores. Su forma de
asumir el ser artista, culto y sencillo, su manera natural de congeniar
lo popular con lo académico, su humor; su apego a lo nuestro, han
plasmado una huella profunda en la escuela venezolana que se
universalizó con su nombre.”
El genio de Alirio Díaz, sus manos y su arte, han llevado el
nombre de Venezuela a los más exigentes escenarios del planeta.
Ello nos emociona y enorgullece y por eso le expresamos nuestra
más honda gratitud, no sabemos si en Do, en Re, o en Mi, pero sí
sabemos que se la expresamos en Gracia Mayor. Maestro
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