Page 106 - Yo quiero ser como ellos
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cohíbe. Mas como todo arte es poesía y toda palabra música si
se sabe escuchar, siempre para superar el trance uno encuentra
auxilios en los maestros de la palabra.
Y hasta se atreve a hablar de la guitarra. Vaya por caso Jorge
Luis Borges, quien se declaraba sordo musical y no sólo le dedicó
versos a las guitarras de los arrabales y las esquinas, sino que
también nos dejó estas impresiones:
“En un diálogo de Oscar Wilde, se lee que la música nos
revela un pasado personal que hasta ese momento ignorábamos y
nos mueve a lamentar desventuras que no nos ocurrieron y culpas
que no cometimos.”
Quizás por eso, si se es escritor, inventamos un cuento de
un pueblo musical y resulta que ese pueblo ya existe. Entonces,
en lugar de imaginar y crear lo que hemos hecho, lo que hacemos
es recordar algo que nunca conocimos. La guitarra que nos hace
entristecer o celebrar nos toca las cuerdas de una memoria remota,
anterior a nosotros, a nuestra propia existencia. Si esa guitarra está
en manos del maestro Alirio Díaz, nos introduce en un mundo
que nos libra de las penurias de este mundo. Debe ser bueno tener
el don de hacer felices o algo más felices a sus semejantes.
El nombre de La Candelaria debe adquirir un extraño
sonido cuando lo pronuncian los críticos en un concierto en París
o en Australia, esa última frontera a donde también han llegado
las notas e interpretaciones del maestro Alirio Díaz. De sus manos
y su guitarra, esa guitarra que según sus palabras forma parte de
su cuerpo, sólo nos es dado hablar si nos ampara la voz de un
poeta. Sólo entonces, podremos decir o mejor recitar con la voz y
la poesía de Vicente Aleixandre:
Manos que por los cielos buscas la misma vida
Busca los pulsos de un cielo desangrándose
Busca en las entrañas entre los viejos planetas
Que extrañan la guitarra que se alumbra en la noche.
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