Page 525 - Sencillamente Aquiles
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LA NIÑA, EL POZO, EL GATO,
                           EL COJÍN BAILADOR
                        Y LAS SIETE PIEDRITAS






              Era una creencia antigua entre los niños de aquel pueblo
              que si alcanzaban a recoger siete piedritas blancas al tiempo
              que las campanas tocaban el Aleluya, tendrían después una
              Navidad llena de riqueza. Pues luego, en los diez meses que
              corren entre Semana Santa y Navidad, las piedritas irían
              volviéndose centavos. Esto, siempre que una vez recogidas
              se tuviese el cuidado y la perseverancia de guardarlas todas
              la noches, sin mirarlas, debajo de la almohada.
                  Incubadas por el sueño y la esperanza de los niños, un
              alquimista misterioso y paciente iba después gastando las
              piedritas hasta infundirles el brillo y la delgadez del metal;
              limas silentes redondeaban sus bordes; buriles y troqueles
              secretos les inscribían los conocidos cuños. Y el 24 de di-
              ciembre a las doce de la noche, ni un minuto más ni un
              minuto menos, podía usted —con los ojos cerrados, eso
              sí— levantar su almohada, que si había sabido conservar
              su esperanza hasta el final, ahí estarían, en hilerita des-
              lumbrante, las siete monedas. Pero aunque todos creían
              en él, la verdad es que ninguno de los niños de nuestro
              pueblo había sido jamás favorecido por tan dadivoso mi-
              lagro. Era la suya, como la de todas las gentes simples, una
              fe alimentada en la conseja familiar, una ilusión comuni-
              cada a su corazón por las gentes viejas que en su tiempo
              habían sido también niños crédulos e imaginativos. Pero

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