Page 520 - Sencillamente Aquiles
P. 520

sencillamente aquiles


            Y pasaba un día y otro día, y pasaba el tiempo,
            y el perro seguía con su cuestión y el chivo no y no.
            Hasta que, por fin, una tarde el perro parece que
            estaba más inspirado y logró convencer al chivo
            con sus historias y con su labia.
            —Bueno, vale chivo —le dijo entonces el perro al
            chivo—, ya que estás decidido quítame esta cadena.
            El chivo le quitó la cadena al perro y los dos
             salieron por fin a correr mundo.
            El perro iba escotero; no llevaba nada de
            bastimento; pero el chivo sí llevaba el hocico
            metido dentro de un morralito de maíz con las puntas
             amarradas de cacho a cacho. Ese es el porsiacaso
            de los chivos. Cuando se lo ponen parece
            que andan con una careta.


            Camina que te camina, ya habían recorrido
            muchas leguas de sabana y la tarde estaba cayendo
            cuando al desembocar en una ceja de
            monte, divisaron en el suelo una cabeza de tigre
            toda llena de sangre. Ver el chivo aquella cabezota
            y ponerse a temblar del miedo fue una. Y paticas pa’
            qué te tengo, se echó a correr por esa sabana, y el
            perro atrás llamándolo hasta que por fin lo alcanzó,
            y trayéndolo por una oreja se puso a convencerlo:
            —No sea zoquete, hombre, ¿no ve que esa bicha es
            de tigre muerto que ni cuerpo tiene?
            El chivo no se mostraba muy convencido, pero así
            y todo el perro logró hacer que recogiera la cabeza
            y la metiera en el morralito junto con el maíz, y
            hecho esto siguieron su camino.



                                      520
   515   516   517   518   519   520   521   522   523   524   525