Page 518 - Sencillamente Aquiles
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EL PERRO, EL CHIVO Y LOS TIGRES
En dos solares vecinos y separados nada más
que por una pobre empalizada que les
permitía hablarse todos los días, vivían de un lado
un perro y del otro un chivo. El chivo se la pasaba
suelto triscando en el corral; pero al perro, como
era bravo, lo tenían encadenado.
Como el perro quería escaparse, se la pasaba
hablándole al chivo de las cosas fabulosas que
había fuera de sus corrales y lo sabroso que sería
salir a correr mundo. Para tentarlo le decía que qué
sabrosos deben estar ahorita esos montes verdecitos
cubiertos por todas partes de cogollos tiernos y esas
chivotas blancas comiéndoselos para ponerse bien
buenamozas; que si qué bonitos se ven desde aquí
aquellos cerros que deben tener esa tierra coloradita
de bachacos. El chivo escuchaba aquello y se le
ponían esos ojotes, sobre todo cuando le hablaba de
las chivas y de los bachacos, que son las dos cosas
que más le gustan a un chivo en este mundo.
El perro lo sabía, y después de que le adornaba
hasta hacerle la boca agua, las pinturas de la vida que
los dos llevarían por esos mundos si fueran libres,
lo tentaba a tirar la parada diciéndole:
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