Page 264 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles
de la juventud. Cada época trae consigo el agotamiento de
unas ideas y la insurgencia de otras, repetimos, que vienen
a desplazarlas en la historia; y ninguna idea nueva —como
decimos— se impone sin lucha, porque las ideas viejas
son tenaces, son porfiadas, son duras de reconocer que las
nuevas puedan ser mejores. Eso es lo que resume aquello
que se ha llamado tradicionalmente en la historia, lucha
de generaciones. Y al hecho de que esa lucha está siempre
activa en nuestro vivir, es a lo que debemos lo que somos
como civilización. Cada generación trae ideas que no son
todavía las mejores, que a veces no son todavía ni ideas
mismas, sino emociones en cuanto a que están aún en ebu-
llición, en proceso formativo; pero no hacemos bien en ce-
rrarles el paso, ni materialmente ni con actitudes espirituales
negativas o de incomprensión.
Cuando un tumulto estudiantil nos fuerza a dete-
nernos en la calle e impide el paso de nuestro automóvil,
es a la circunstancia histórica que los lanzó a la calle a la
que debemos culpar del retardo que nos significa el con-
flicto, y no a los jóvenes. ¿Por qué? Porque si la juventud
cediera a nuestro señalamiento, si la juventud de verdad
se plegara a esa exigencia de no estorbar con sus tumultos
que nosotros le imponemos para desplazarnos cómoda-
mente por la calle en nuestro automóvil en el momento
de un conflicto, tal vez podríamos continuar la marcha
en nuestro carro, pero con la misma nos detendríamos en
nuestro proceso civilizador, nos detendríamos en nuestro
avance histórico. En todas las épocas hubo tumultos estu-
diantiles, en todas las épocas hubo manifestaciones es-
tudiantiles que interceptaron el paso de los carruajes por
la calle, y en todas las épocas se impusieron a la postre las
ideas que estaban envueltas en esos conflictos callejeros.
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