Page 261 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa


              de enfrentar con sabias máximas y artículos de periódicos
              sino con medios de represión activa, por las armas, como
              a un azote.
                  Esa actitud, como es natural, lejos de aplacar los ím-
              petus subversivos de la gente joven, la afirma en su rebeldía,
              incrementa su agresividad y acelera el proceso por el cual un
              modo de pensar evoluciona en conciencia polémica, y esa
              conciencia termina por cristalizar en realizaciones de fuerza.
                  Es aterrador que todo cambio progresivo en el de-
              venir humano haya tenido que decidirse como la Revo-
              lución Francesa, la Independencia de América, la Unidad
              de Italia conducida por Garibaldi, en términos de esos en-
              frentamientos ensañados entre seres humanos. Pero parece
              inevitable que sea ese el precio al que debamos pagar nues-
              tros avances en la historia, mientras a cada brote de discre-
              pancia con nosotros que nos plantee el prójimo naciente
              acudamos, en vez de consultar nuestro cerebro o nuestro
              corazón, a la violencia represiva.
                  Si la represión tuviera el poder de frenar el curso de
              la historia, ¿cómo se explica que el mundo no se hubiera
              estacionado en el tiempo de las feroces batidas de Roma
              contra los cristianos, ni en la Francia de la Noche de San
              Bartolomé, ni en la España de Torquemada, ni en los
              hornos crematorios de Hitler, ni en los calabozos célebres
              de La Rotunda de Caracas? Y si la represión tuviera al-
              guna eficacia como método para componer el mundo, es
              indudable que desde que el género humano viene llevando
              palos por la cabeza a lo largo de toda su historia, ya a estas
              alturas el mundo sería un estuche de monerías, o como
              dice la gente, un dechado de perfecciones.
                  El error más grave que cometemos al encararnos con
              las inquietudes de la juventud no es, sin embargo, ese de

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