Page 257 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa


              le suplica a esas deidades de la crueldad que tienen la po-
              testad de darles a los hombres la paz o el tormento, él que ya
              no puede con más sufrimientos sobre su corazón, que por
              piedad le den la paz a cambio de que no se sepa que él ha
              existido; y así se la dan. El fin de la tragedia es el momento
              en que Edipo muere, y es enterrado en un lugar en el que
              nadie volverá jamás a saber de él.
                  He allí una cadena de alegorías admirablemente apli-
              cables al papel que toca a la juventud en el mundo. Layo,
              el rey de Tebas, configura ese momento constante en todos
              los periodos de la historia en que una generación que ya ha
              madurado y empieza a envejecer, sintiendo amenazada su
              estabilidad pone en juego todos sus recursos para cerrarle
              el paso a la generación nueva, por la que será inexorable-
              mente reemplazada.
                  Es la historia un encadenamiento progresivo de épocas,
              que se suceden una a las otras en el tiempo, y cada época,
              como dice Hebbel, propende a perpetuarse, bajo la creencia
              de que con ella llegó el hombre al fin de su evolución y el
              mundo, a la consumación suma de sus aspiraciones. Layo,
              rey de Tebas, con sus temores sombríos del futuro, con
              sus precauciones en previsión del final que se le anuncia,
              simboliza ese encelado afán de aferramiento del hombre
              de edad a su circunstancia y momento histórico. Los pro-
              nósticos de que su poder toca a su fin, asociados a la cir-
              cunstancia de estar próximo a ser padre y de que el hijo
              por nacer será su destructor, simbolizan dramáticamente en
              Layo esa ley inexorable de la historia según la cual todo sis-
              tema está condenado a ser destruido por fuerzas emanadas
              de su propio seno.
                  Los dioses, o sea las invisibles fuerzas que gobiernan la
              historia, ya le han señalado al rey de Tebas su irreversible

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