Page 253 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa


              lugares como ellos los  llamaban, tierra del cementerio
              Acéldama, que se compró con los treinta dineros de Judas
              y se destinó a dar sepultura a los forasteros, a la gente sin
              nombre, a los parias y a los suicidas. Se conmemoró así
              y así pasó a la historia, manchado con ese nombre que él
              ciertamente no merecía, como humano que era, el nombre
              infamante de traidor.
                  En un recodo tétrico de Hinnón fue a ahorcarse el
              desventurado Judas. San Lucas, que era médico, anota que
              al desgajarse la rama de que se colgó, en la caída se des-
              trozó el cráneo contra una roca. El cementerio de Acél-
              dama, como una úlcera incurable en el costado de las
              santas tierras, perpetúa la memoria de aquel desdichado,
              asociado su nombre a palabra tan ominosa como traidor,
              su imagen a lo más despreciable de la condición humana,
              a todo eso que significa la palabra Judas.
                  Jesucristo alcanzó la gloria por la resurrección, como
              compensación por su sacrificio. Judas, de distinta manera,
              fue también un sacrificado y la recompensa de su sacri-
              ficio fue el desprecio; Jesús lo fue por su afán de redimir
              a los hombres; Judas, más desdichado que nadie, porque
              para él no hubo acceso al mundo de los redimidos. Des-
              tino horrendo el de ese infeliz, pobre sordo del corazón,
              condenado por la eternidad; «tú eres la maldición y la
              muerte», allí donde se ha dicho «yo soy la resurrección
              y la vida».












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