Page 249 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa
lo que hoy llamaríamos publicidad y propaganda, man-
tenían al pueblo en un estado permanente de enfrenta-
miento con cualquier novedad que en el sentido religioso,
social o político, propendiera a perturbar la continuidad
del sistema allí establecido por los romanos. La fuerza del
Sanhedrín, la fuerza de la vieja religión hebrea (aliada en
muchos modos del poder imperial) pesaba aún grande-
mente sobre la conciencia del pueblo y modulaba todas
sus actitudes. Entonces se comprende que, sometida su
débil inteligencia a la constancia de esas presiones, Judas
no estuviera convencido de que seguía el camino mejor
al sumarse a la causa de Cristo. Y Cristo no parece que
se ocupara mucho en consolidar el impulso emocional,
el movimiento intuitivo que lo había decidido a seguirlo,
al nuevo discípulo. No se ocupó mucho Jesús en dialogar
con ese discípulo todavía no convencido, como sí departía
amorosa y fraternalmente con todos los demás. Eso fue el
caso. Judas no estaba íntegramente ganado para la causa
de Cristo. Y también parece que Cristo, aunque discreta-
mente, compartía la antipatía que todos los demás miem-
bros del grupo apostólico le tributaban abundantemente
a Judas. No hay noticia de que tuviera nunca una sola pa-
labra dulce para él, ni una sola expresión de amor. Y esto
es, precisamente, porque Cristo también en eso era pro-
fundamente hombre, profundamente humano. Cristo
decía: «Amaos los unos a los otros», pero puntualizando el
sentido no irrestricto ni incondicionado en que debía obe-
decerse su prédica, decía igualmente: «Ama a tu prójimo
como a ti mismo», es decir, ama a aquel que esté próximo,
cercano a ti por simpatía, sea o no de tu familia y de tu
sangre. Él elegía sus amistades y preferencias sentimen-
tales, no según vínculo convencional alguno, sino según el
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