Page 244 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles


            la expresión de Cristo. Ahora bien, así pasaron los dos
            a la historia y a la leyenda, y así están fijos en la imagina-
            ción del hombre. ¿Por qué no le evitó Jesús a Judas ese ho-
            rrible estigma que lo marcó para la eternidad, Él, que pudo
            hacerlo, Él, que pudo cerrarle el camino de abyección que
            siguió, pues sabía de antemano lo que Judas iba a hacer?
            Allí es donde entra lo que hay de humano en Cristo y lo
            que, como digo, hay de humano en sus compañeros, lo que
            adivinó en ellos el fresco de Leonardo.
                Judas era para todos los que componían la comu-
            nidad apostólica, incluyendo a Cristo, un personaje pro-
            fundamente antipático. Era, quizás, el más rudo de ellos,
            que eran hombres talentosos, oradores, gente con mundo;
            había entre ellos hasta un médico, Lucas; Judas en cambio
            era un campesinote, procedía de un lugar oscurísimo que
            se llamaba Keriot, precisamente. Is quiere decir en el he-
            breo antiguo hombre, como Isa es mujer. Is Keriot sig-
            nifica «el hombre de Keriot». Se le llamaba a Judas «el
            hijo de Simón», pues Simón se llamaba su padre, cam-
            pesino laborioso como él. Judas tenía cualidades de ad-
            ministrador y de buen ecónomo, porque era inflexible en
            sus determinaciones relativas a los gastos, y exacto en su
            contabilidad. Los Apóstoles hicieron recaer en él esa res-
            ponsabilidad que en todas las épocas y en todas las cir-
            cunstancias hace tan antipática la figura humana. Es el
            hombre que maneja los intereses de la comunidad. Era el
            que recibía, guardaba y distribuía, según su destino, las dá-
            divas que los Apóstoles recaudaban en sus correrías de pré-
            dica política y religiosa. Era, por lo mismo que manejaba
            burdos intereses, el hombre a quien se tenía por inferior
            a los demás. Cuando los otros hacían poesía, cuando oían
            embelesados al Maestro, cuando inventaban las palabras

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