Page 243 - Sencillamente Aquiles
P. 243
aquiles nazoa
profundos. No hay un fresco, como ese, tan rico en lec-
ción de psicología y caracterología traducida por las manos.
Cuando Leonardo pintó este fresco, parece que hubiera re-
corrido toda la gama de las expresiones del hombre, desde
la más vulgar, extraversa y grosera, hasta la más íntima,
introversa, profunda y misteriosa. Ahí están el cinismo, la
rudeza, la desfachatez, la politiquería, el edulcoramiento,
la sonrisa buida. Y allí está, entre todas estas expresiones,
contrastando al mismo tiempo con las otras doce y com-
plementándolas, centro del cuadro y alma de toda aquella
atmósfera plástica y humana, la figura de Jesús. Es la pri-
me ra vez que vemos a Cristo sin barba. Lo hizo así para
mostrar, Leonardo, todo lo que hay en Jesús al mismo
tiempo de sutilmente femenino por su dulzura de alma, y
también exquisitamente niño por su fineza, y lo que tiene
también de alma enferma, antena sensibilísima como es a
las pasiones del mundo y sus dolores. Ahí está a la vez Jesús
como metido en sí mismo, está pensativo hacia adentro,
está levísimamente sonriente, como solo puede capturar un
rostro humano el pincel psicológico de Leonardo da Vinci.
Leonardo aquí ha puesto en juego la suma de sus medios
para compensar, para oponer, para equilibrar por oposi-
ción y contraposición lo que es la alta pureza de Cristo
y lo que es la bajeza humana, la brutalidad encarnada
en la figura de Judas. Judas en este cuadro compone un
personaje al que Leonardo ha colocado deliberadamente
en escorzo, no solo para sugerir así idea de doblez, sino
para que se le vea todo lo que tiene de brutal y de rapaz;
es una figura prognática, una figura excesivamente mus-
culosa, tensa, ruda; no hay en esta expresión nada que
sugiera bondad ni propensión de dulzura, ni vida espiri-
tual, todo lo contrario de lo que en el mismo cuadro es
243