Page 242 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles
han tratado el tema, seguramente el que mejor nos ha tras-
mitido la emoción de aquel drama ocurrido entre Judas y
Cristo, y cuyo primer acto es la Cena. Leonardo da Vinci,
en Milán, en la iglesia de Santa María de la Gracia, rea-
lizó este mural que está entre las más grandes obras que
salieran de su pincel, y es como una de las creaciones ex-
celsas que haya producido jamás el arte de la pintura. No
es solamente el cuadro de la Cena un prodigio de uso ar-
quitectónico del espacio disponible por el pintor, sino en
su concepción, factura y distribución, una obra maestra de
comprensión de un clima espiritual humano. Allí se han
distribuido las figuras humanas de tres en tres, cada parte
constituyendo como un grupo aislado, y entre todas com-
ponen lo que llamaríamos el clima del cuadro. Allí hay,
resuelto en términos de figura humana, una atmósfera de
estremecimiento, de convulsión espiritual colectiva, preci-
samente la que sobrecogió a aquel grupo de comensales en
el momento en que Jesús los sorprende con la noticia de
que «Entre vosotros hay uno que me traicionará». Allí no
son solamente los semblantes, las expresiones faciales, las
que traducen una serie de reacciones ante semejante no-
ticia, que van desde la sonrisa un tanto despectiva y hasta
cínica de los que toman un poco en broma la cosa, hasta la
ira por la sospecha que ha recaído sobre el grupo, y tam-
bién hasta la adulonería relamida de los incondicionales.
Ahí están expresadas, no solamente con los semblantes
sino muy particularmente con las manos, las reacciones de
rechazo o una sospecha de que todos quieren escapar. Leo-
nardo, que fue el más grande pintor de manos humanas
que jamás haya existido, allí agotó todos los recursos ex-
presivos de que dispone la mano del hombre para exte-
riorizar la expresión de emociones intensas y sentimientos
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