Page 259 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa


              fuerza magnífica que viene como de la entraña misma de
              la tierra, como una sustancia de fuego a ocupar el mundo,
              entonces se plantea lo que tradicionalmente se ha llamado
              la lucha de las generaciones. Las ideas viejas afirmadas en la
              fuerza y en lo que llaman la experiencia, se oponen a des-
              plazarse por las buenas para pasarle la dirigencia de la his-
              toria a la nueva fuerza que surge. Los viejos movilizan
              una serie de sofismas para combatirlos, para no dejarlos in-
              surgir en la tierra, y eso es lo que determina en el joven el
              que esa materia volcánica, que ya por naturaleza viene en
              su sangre, puesto que es materia nueva de vida, derive en lo
              que se llama violencia.
                  Cuando decimos viejos, deberíamos aclarar inmedia-
              tamente que no se trata aquí de la vejez considerada como
              un hecho biológico; no es eso. Me refiero a la vejez mental,
              a la vejez de las ideas, a la vejez de las maneras de con-
              cebir el mundo; y los años físicos del hombre no cuentan
              tanto en ese caso. Desde el punto de vista biológico lo que
              se llama vejez no es sino una incapacidad progresiva del
              organismo humano a medida que van pasando los años,
              para retener la sustancia de que está hecho nuestro cuerpo:
              el agua. No es otra cosa el envejecimiento que una pér-
              dida irreparable de la capacidad de retener nuestro cuerpo
              el agua. No tiene nada que ver eso con las ideas, que sí
              suelen quedarse cuando ya nuestro cuerpo se ha quedado
              como un viejo tinajero arrinconado. Hay hombres de 80
              años y más, como Picasso, por ejemplo, que es el joven
              más luminoso en el mundo artístico de nuestro tiempo, y
              que constantemente está dándonos lecciones, no solo de
              una salud y de una juvenilidad mental tonificante y que
              embellece al siglo XX, sino aun de niñez purísima; tal es
              su bondad primaria, aquella ingenuidad y aquel candor

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