Page 266 - Sencillamente Aquiles
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            que así se teorice tanto acerca de su espontaneidad, tienen
            muchos rasgos que permiten distinguirlas de una simple
            partida de fútbol improvisada en la calle. Por lo menos su-
            giere un estado colectivo de conciencia y de decisión heroica,
            el hecho de que sean tantos los que en ellas están constante-
            mente exponiendo su integridad física, su libertad y su vida.
            Tal vez no le atribuyamos a estos actos otra motivación que
            el instinto de embochinchar el orden público, porque nuestra
            elementalidad política las aprecia tan solo en su aspecto ex-
            terno, en lo que nos molesta de esas manifestaciones, en lo
            que muestran en la calle. Pero, ¡cuidado con lo que vemos
            en la calle! Tratándose de ciertos conflictos sociales, nos
            sucede lo que en el teatro cuando hemos llegado con re-
            tardo a la función: perdidos uno o dos actos anteriores, nos
            es imposible hallarle una coherencia, una explicación, una
            lógica a la parte del drama que nos ha sido dado ver.
                Las manifestaciones de calle son como la última etapa,
            siempre, de una discusión comenzada mucho antes, de otra
            manera y en otro lugar; de una discusión, cosa curiosa,
            que casi nunca fue de tipo político en su origen. Siempre
            se trató, en la génesis de estas cosas, de invenciones, de
            teorías, de modos originales de interpretar el mundo, con
            los que algún creador talentoso, algún pensador o cientí-
            fico revolucionario, soñó contribuir al mejoramiento de la
            vida humana, pero que le fueron rechazados por los orien-
            tadores del ideario vigente, de la filosofía dominante en
            su momento, en vista de la amenaza que por su índole
            misma entrañaban tales novedades para la continuidad del
            sistema imperante. Esto fue lo que pasó en tiempos del Re-
            na cimiento, con los descubrimientos astronómicos de Ga-
            lileo y con la filosofía naturalista de Giordano Bruno, lo
            mismo que en los días alborales de la era industrial, con

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