Page 231 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa
que más cómodamente respira por sus recursos orgánicos
espontáneos, por sus espacios de aireación. En el modelo
ideal de la casa viviente, verdaderos productos de fisiología
transferida como la que propone el realismo biológico de
Richard Neutra o la que ensayó Howard en su invención
de la ciudad-jardín, el aire no solo interviene como entidad de
presencia espontánea, sino como materia constructiva y
aun como célula de relación. Atrapado por terrazas que se
abren como trampas allí donde lo desplazan naturalmente
los accidentes del paisaje, una ingeniosa sinergia de com-
puertas recoge la bocanada y una vez que la subdivide en
corrientes más suaves, lo remite a las áreas verdes que cir-
cundan la casa, al órgano que describe su perfil femenino,
a sectores de jardín donde sus plantas ejercen su acción fil-
trante y purificadora de verdaderas narices vegetales y que,
para acentuar aún más su significación respiratoria, están
debajo de las ventanas, como está la nariz debajo de los ojos.
Cuando la casa no dispone de ese aparato respiratorio
natural, como es ahora el caso de tantos edificios de apar-
tamentos, la mecánica y la ingeniería deberán acudir con su
equipo de respiración artificial, como tal el doctor o el bom-
bero que asisten un caso de asfixia. La creciente condensa-
ción del espacio habitable en ámbitos cada vez más cerrados,
ha terminado por convertir tan molestos artilugios en el ver-
dadero aparato respiratorio de la vivienda contemporánea.
Son el oxígeno potencial de la casa, y le proporcionan su ali-
mentación atmosférica con mucha más generosidad a veces
que el trabajo de las narices al animal pulmonado.
Pero además de sorber, de conducir y hasta de trans-
formar la materia respirable, desempeñan estos objetos en
el organismo de la casa una función de reguladores del
calor que permite adscribirlos a la categoría fisiológica de
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