Page 232 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles
las glándulas. Parece una metáfora del más abyecto feísmo
estético el caracterizar el aparato acondicionador de aire
como una gigantesca glándula sudorípara, o afirmar que los
ventiladores son el emuntorio cutáneo por el que nuestra
casa suda. Suda sin embargo nuestra casa, por esos apa-
ratos, en el mismo sentido figurado en que respira por
ellos. Transpira el espacio por esas curiosas glándulas as-
padas, puesto que ellas le realizan, en términos de aire, una
función tan propia al sudor como es mantener constante la
temperatura del cuerpo, cuando el cuerpo mismo o el ambiente
propenden a elevarla.
Todavía más evidente es la significación del lavabo
—comprendidos en el término los lavaplatos y bateas—
como glándulas excretoras mayores o riñones de la casa.
Aunque su mecanismo contraría en cierto modo la de su
modelo orgánico, se le parece, en general, por su función
de eliminar los líquidos residuales derivados de un proceso
depurativo que él mismo ha realizado. Utilizar el lava-
platos, y especialmente ahora que la técnica los ha puesto
a trabajar solos, es ponerlo a hacer lo que hace el riñón
en el cuerpo; reactivarles, por eliminación de adherencias
espurias, sus potencias de servicio a aquellas materias de
circulación y trasiego —léase en este caso partes de la va-
jilla— por las que las células de la vivienda comen y beben.
Reemplazando por la química del jabón el mecanismo de
los filtros renales, le lavan a la casa sus células de activa-
ción vital, y una vez que las dejaron en condiciones de
circular sin peligro de contaminación para el vecindario,
proceden, como riñones que conocen bien el oficio, a li-
berar sus uréteres mecánicos para desalojar las aguas ser-
vidas. Riñones y lavabos se asocian así en su genealogía
profesional, como el aguador y el ingeniero hidráulico.
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