Page 228 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles
parientes, las puertas? ¿Acaso también con los ojos, puesto
que ellas suelen también actuar como conductoras de la luz?
Es indudable que entre los atributos anatómicos de la casa no
se consiguen otros dos tan semejantes entre sí por su disposi-
ción en el espacio, por los materiales de que están hechos y
hasta por la utilería de que una y otra se rodean, como la ven-
tana y la puerta. La diferencia entre ambas reside entonces en
el trabajo que cada una desempeña en la fisiología general de
la casa. El hecho de que pueda una puerta reemplazar en un
momento dado a una ventana como agente de la luz no su-
pone que sea esa su misión específica, como el hecho de que
accidentalmente pueda uno respirar por la boca no permitiría
caracterizar la boca como un órgano respiratorio.
Hermanadas por tantas coincidencias formales con
sus vecinas las ventanas, las puertas parecen más bien aso-
ciarse, como las escaleras, a la noción de dinamismo. Si las
escaleras representan una actividad asimilable a la de los
músculos de elevación en su tarea de echarse al hombro el
espacio, por así decirlo, para dispararlo hacia arriba, co-
rresponde a las puertas como reguladoras de la movilidad
horizontal, una función semejante a la de esos músculos
llamados de aducción y abducción, por los que nuestro
organismo alarga o acorta sus miembros. Vinculadas al
esqueleto de la casa por esa forma simplificada del tendón
que configuran las bisagras, las puertas ejercen el oficio
de administrar aquel mecanismo de coactividad de los
espacios por el que decimos que la casa se pone en mo-
vimiento. Por su función de multiplicar o restringir las
posibilidades de movilidad y desplazamiento del ámbito
habitable es justamente por lo que les atribuimos, en el
lenguaje metafórico, la facultad de conducir. Las puertas,
en efecto, actúan como los términos de una invisible red
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