Page 225 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa


              cuerpo. Aunque no sea sino por esa facultad, y porque en su
              función descansa literalmente toda la eficacia de la cocina,
              puede afirmarse con toda propiedad que la bombona de gas
              es el hígado de la casa.
                  Descubrimos también una ingeniosa analogía entre
              el trabajo que ejerce la electricidad dentro de la casa y
              nuestro sistema nervioso, tomando el medidor de la co-
              rriente como cerebro de la casa. Como los estímulos ce-
              rebrales recorrerían los nervios para idénticos fines en
              nuestro cuerpo, recorre el fluido eléctrico los cables que
              parten del medidor para poner en funcionamiento esos ór-
              ganos visuales de la casa que son sus luces —incluyendo
              esa forma evolucionada de la luz artificial que es el tele-
              visor—, o para dar movimiento a esa serie de manos me-
              cánicas por medio de las cuales la casa nos lava o plancha
              la ropa, o nos bate los alimentos, o se ventila a sí misma
              como podría hacerlo una acalorada señora con su abanico.
                  Y cuando decimos que la casa duerme, no estamos
              haciendo con esa expresión una figura literaria; es que, en
              efecto, al apagar la luz hemos reproducido en el conmu-
              tador un fenómeno semejante a esa disociación entre las
              neuronas y la corriente nerviosa que determina en noso-
              tros el sueño. Y nada tan parecido a las sensaciones de so-
              bresalto, de susto o de miedo que recibimos cuando algún
              agente exterior altera el ritmo normal de nuestra vida,
              como la alteración que sufre una casa cuando se produce
              una falla cualquiera en su servicio eléctrico: la casa pierde
              súbitamente su visión y su voz; y sus órganos de proyección
              se inmovilizan o se aceleran incontroladamente, como le
              ocurriría a una persona que pierde su equilibrio nervioso.
              Aun surge ese momento de sobresalto nocturno en que la
              casa no reacciona a los estímulos de la llave de la luz, y hay

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