Page 224 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles


            desconsiderado o el desaseo, ocasionará en la pared toda
            suerte de hinchazones, abombamientos, manchas, descara-
            pelados y excrecencias que en muy poco se diferencian de las
            dermatitis, ampollas, ulceraciones o callosidades que atacan
            a la piel humana sometida a las mismas contingencias.
                Por entre las paredes de la casa se ramifican los tubos,
            las cañerías y los alambres eléctricos, como por nuestro
            cuerpo la complicada red de conductos que acarrean y re-
            parten las sustancias de la vida. La tubería del agua será,
            con relación al hombre, como una copia simplificada del
            aparato circulatorio; una comparación que puede parecer de
            pura especulación poética, pero que se nos aparece perfec-
            tamente objetiva cuando recordamos que los depósitos de
            agua reciben y liberan el líquido por medio de esa bomba
            automática, cuyo funcionamiento es, en líneas generales,
            el mismo corazón.
                Más claramente evocador de su modelo humano es el
            aparato digestivo de la casa. La digestión humana, nos en-
            señan los fisiólogos, no comienza en la boca: comienza en
            la cocina, pues la cocción no es sino el método por el cual
            adelantamos artificialmente un fastidioso proceso de ablan-
            damiento y extracción de sustancias nutritivas, que tendría
            que realizar nuestro organismo a costa de duro y demorado
            trabajo, si tan espléndido recurso de simplificación no se
            hubiera inventado. Así considerado su papel como organi-
            zador de los alimentos, podemos ya ver que la casa dispone
            en la cocina de una especie de máquina de digerir que com-
            pleta, como el equipo sanitario y las cañerías subterráneas,
            la más aproximada imagen del aparato digestivo. Y aún po-
            dríamos fortalecer el cuadro, asociando la significación del
            kerosén o del gas como potenciales calóricos de la casa, y
            la del hígado como gran almacenador de calor en nuestro

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