Page 226 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles
que acudir al expediente de la vela. Cumple la vela en esa
situación con respecto al alumbrado de la casa, una mi-
sión semejante a la de la inyección de adrenalina en esas
personas que no la segregan en cantidad suficiente, como
para sobreponerse a una emoción.
Quien conozca cómo distribuye nuestro cuerpo su
vasta red de recursos defensivos, sus puestos de guardia des-
tinados a avisar la presencia de infecciones, de anormali-
dades, está en capacidad de relacionar sin mayor esfuerzo el
papel que en el tendido eléctrico de la casa desempeñan los
tapones y las rosetas, con el de esas nudosidades llamadas
ganglios que se distribuyen estratégicamente por nuestro
tejido periférico. Son los ganglios como los perros del orga-
nismo, órganos de alarma cuya misión es avisar, por medio
de la inflamación, que algo anda mal en las proximidades.
Porque los ganglios le cortan el camino, una infección lo-
calizada en una extremidad, por ejemplo, no se extiende a
otros órganos; porque la roseta funde un alambre de plomo
al producirse un cortocircuito en la zona de su dominio, es
por lo que el apagón no se extiende al resto de la casa. Un
sistema ganglionar deficiente permite que la más leve tu-
moración degenere en enfermedad grave, como una insta-
lación con sus resistencias en mal estado puede convertir
en un incendio al más inocente cortocircuito.
Órganos visuales de la casa, y sin duda los más notables,
son también las ventanas. Las ventanas representan una pro-
yección de nuestros ojos y, como ellos, poseen la facultad de
regular la percepción de la luz por medio de postigos, visi-
llos, cristales y cortinas cuyo oficio de ampliar o disminuir
la visibilidad se relaciona con las contracciones del iris.
Que las ventanas están cerradas es indicio de que
la casa duerme, y no hay sensación tan clara de que el
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