Page 223 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa
la conversación cotidiana. Con el tema de la humaniza-
ción de las casas se escribieron páginas inolvidables. Una
de las novelas más conmovedoras es la que se llamaba,
precisamente, La casa muerta.
Y es que si el hombre representa en sí mismo la sín-
tesis más acabada de todas las formas de vida que se re-
partieron en la naturaleza, la casa es, a su vez, una síntesis
artificial del organismo por el que el hombre vive.
Nace la casa por un acto extrañamente semejante al de
la consumación del amor. Para que nazca la casa es preciso
que el hombre hunda su cuerpo en el seno de la tierra. La
piedra que él deposita en ese pedazo de naturaleza que ha
hecho suyo, la piedra que se nombra con palabra semejante
a semilla, es como el germen, como el microorganismo del
que la casa brotará hacia la vida.
La estructura de la casa se sostiene en una armazón de
materiales de soporte y proyección que se relacionan, se ar-
ticulan y se organizan entre sí con la misma armonía y pro-
porcionalidad que rige la integración del esqueleto humano.
Y mientras esas formas adquieren un movimiento propio,
o sea, mientras conforman sus espacios y consolidan sus
elementos de integración, el hombre la encierra en la jaula
de los andamios, tal como se hace con el apoyo de la an-
dadera, al niño que todavía no gobierna sus movimientos.
Las materias de que se viste ese esquema estructural
para convertirse en superficie y contorno, se acumulan por
orden de texturas en una superposición de capas que van,
a la manera del revestimiento humano, desde el tejido más
espeso y sólido, hasta ese verdadero cutis de la casa que
es la pintura de sus paredes. Un mal acabado en el reves-
timiento de la casa, o su exposición abusiva a un agente
de destrucción cualquiera, como el fuego, el agua, el roce
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