Page 236 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles


            líneas de semejanza con el hombre. Hasta hace muy poco
            las casas carecían del sentido del habla y de la facultad de
            escuchar; su silencio de hace cien años, ese silencio que un
            escritor llamó «el espeso silencio de un siglo que duerme
            la siesta forzado de los afásicos, de su condición de sor-
            domudos de nacimiento, que para entenderse con sus se-
            mejantes, apenas si disponían de ese lenguaje manual por
            antonomasia que es el lenguaje del correo». Ahora la casa
            sabe hablar; ahora tiene en la radio su tímpano mecánico,
            elabora su fonación en el teléfono, y para dar forma sensible
            a sus estados de ánimo dispone en el tocadiscos de una
            especie de alacena sentimental donde el corazón puede
            servirse los más variados platos de emoción en conserva.
                ¡Si hasta un órgano de función que pudiéramos llamar
            abstracta, como el que rige el sentido de la orientación, se lo
            ha plagiado la casa al cuerpo humano! Con la antena de la
            televisión la casa no solo se ha plagiado la filosofía de nuestro
            aparato vestibular, sino aun le imitó los detalles más
            característicos de su curiosa anatomía.
                Y así como igualó al hombre en los mecanismos ínti mos
            de su cuerpo, la asemeja también en aquella dimensión del
            ser que ya no es posible localizar en concreciones visce-
            rales; en lo que define también al cuerpo humano como
            una fábrica de fluidos inefables, que vagamente se llaman
            ensueño, imaginación y poesía. Para recordarnos que tam-
            bién en eso es humana, nos invita entonces la casa a contem-
            plarla en el misterio de sus espejos. Es el espejo su víscera
            de función indefinible, su glándula secretora de la materia
            con que se elaboran los fantasmas o de que se nutren las
            criaturas de la fábula; es el órgano que les confiere a sus li-
            mitados espacios una dimensión de infinito, la que trans-
            forma sus realidades en imagen pura, la que le idealiza su

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