Page 235 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa
que adquiere la casa cuando desciende de la techumbre
a las paredes. Aquí la acción de la intemperie no es ya tan
directa y, en consecuencia, puede el recubrimiento pro-
tector ser menos denso; puede atenuarse como lo hace la
actividad grasa del rostro, hasta ese grado de sutileza plás-
tica en que su función defensiva se transfunde a la de un
agente de la expresión estética. El papel de pulimenta-
dores, de tonificadores del maquillaje natural que hacen
las glándulas sebáceas en un cutis saludable es —mutatis
mutandis— el mismo que juega un buen trabajo de friso y
pintura en aquellos sectores del conjunto visible por los que
la casa exterioriza su sexo y su carácter —en su fachada es-
pecialmente, que no por otra razón nombramos con ese
italianismo significativo de faz—. Y un cambio de textura
casi idéntico al endurecimiento, a la compactación que
acusa la piel humana en los que son por excelencia nuestros
órganos de roce es el que experimenta la casa en la transi-
ción de las paredes a los pisos, sobre todo en esas regiones
descubiertas del piso, en esas áreas de patio donde la casa
tiene como si dijéramos, la palma de su mano.
Llegamos por fin a la cocina y al baño, para encon-
trarnos con superficies neutras, con ámbitos de estricta
función fisiológica que de algún modo se parecen a las cavi-
dades de nuestro cuerpo, vistas desde adentro. Son como la
piel interna de la casa, como cavidades bucales o viscerales
donde la impresión de tejido epitelial que dan las baldosas
vidriadas, las superficies blancas, las formas del peltre, se
completa con las glándulas en actividad que sugieren las
diversas llaves del agua, las regaderas y los chorros.
A medida que la arquitectura se enriquece en re-
cursos de integración, que la vivienda va multiplicando
sus posibilidades de servicio, va la casa como cerrando sus
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