Page 214 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles


            transculturada donde se reunieron en equilibrio perfecto
            el budín, la leche, el coco, la canela y el ron. Y entre estos
            dos nombres supremos que definen los términos de perfec-
            ción insuperable a que la cocina venezolana ha llegado por
            entonces, gira la suculenta familia de los mondongos, los
            sancochos, las abigarradas olletas de gallo o de res con
            sabor mezclado de clavo de especia y papelón, los vistosos
            pabellones combinados de caraotas negras, arroz blanco
            y carne desmechada (todo bien guarnecido con baranda
            de plátanos fritos), el arroz con coco de las viejas semanas
            santas caraqueñas, los complicados y perfumadísimos pe-
            bres y toda esa rica dulcería popular que va desde los tí-
            midos suspiros o conventuales «teticas de monja», hasta las
            sólidas tortas bejaranas y tortas burreras que los arrieros
            del antiguo Mercado Principal acompañaban con su vaso
            de guarapo fuerte.
                Atesoradas hoy por familias caraqueñas de vieja es-
            tirpe que las conservan como flores de tradición, una espe-
            cialista en la indagación de aquellos secretos de la antigua
            cocina criolla, Graciela Schael Martínez, trae hoy a un vis-
            toso libro consagrado al siglo XIX, algunas de las recetas
            más expresivas de aquella época de oro de la gastronomía
            popular de Caracas, época en que, como en un buen ca-
            pítulo costumbrista de Tosta García, las grandes cocinas
            eran verdaderamente «el corazón de la casa».














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