Page 209 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa
Llevados a extremos casi perfectos los usos constructivos
de la madera, del barro, de la piedra o del junco, más proble-
mático parecía construirse una vivienda medianamente aco-
gedora en las regiones polares, allí donde la única materia
que encontró el hombre fue una que le servía para prepa-
rarse apetitosos mantecados, pero no para levantarse un
albergue decente. Pero los esquimales, los pequeños inuits
de Groenlandia, no solo aprendieron a cultivar en su propio
organismo la más eficaz defensa contra el frío que son las
reservas de grasa, sino incluso crearon para su albergue una
encantadora y originalísima arquitectura del hielo. Cavando
en el seno de la tierra se fabricaron ese afelpado iglú cuyo
interior, acolchado con espesas pieles, le infunde a la vida
doméstica una sensación de intimidad y paz como no co-
noció ninguna otra casa del mundo. La entrada del iglú se
hace por unas construcciones abovedadas de hielo, que al
mismo tiempo les sirven de tejado. Y su interior disfruta de
tan dadivosas comodidades que hasta dispone, como cual-
quier casa moderna con refrigeradora, de una despensa espe-
cial donde los alimentos se conservan refrigerados mediante
el uso indirecto del clima exterior.
Por razones defensivas, los hombres contrajeron desde
el principio de su historia la costumbre de andar juntos.
Hordas, tribus, gens, clanes, son núcleos de vida colec-
tiva por los que el hombre evoluciona hacia su agrupación
por naciones y a la organización de las naciones por ciu-
dades. En las ciudades venía el hombre a reunir como en
el acorde culminante de una vasta sinfonía, toda la expe-
riencia constructiva, todos los productos de invención que
habían conformado su cultura en un proceso de milenios.
Pero la ciudad como fábrica de bienestar humano, por
lo mismo que constituye la concentración de muchas
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