Page 212 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles
En el solemne acto de comunión entre los alimentos
que fue entre otras cosas la conquista de América, Europa
implantó en nuestras tierras la nobleza de los alimentos bí-
blicos significados por el trigo, el aceite y el vino; nos trajo
con el ganado vacuno, con los cochinos y con las gallinas,
algunas de las primeras carnes de cría que comieron nues-
tros pueblos; nos trajo también las formas más abundosas
de la miel, así como la caña de azúcar y aquellos duraznos,
peras y manzanas que perfumaron un tiempo el valle de
Caracas y la Argentina. Mas por su parte América les dio
con las papas el que ha llegado a ser el alimento más po-
pular de Europa, fruto tan dadivoso, rico y suave que los
franceses lo llamaron con el hermoso nombre de «manzana
de la tierra». Les dio además América a los europeos ese
áureo hermano indiano del trigo que es el maíz; les dio en
el pavo centroamericano, el más principesco de los platos
pascuales; les completó con el tomate, incorporándolo a
la clásica asociación del ajo y la cebolla, la más rápida tri-
logía de la culinaria, y les dio en el chocolate bebida tan
reconfortante y sabrosa que el paladar sabio de los monjes
no vaciló en bautizarlo «alimento de los dioses», que es el
nombre latino del cacao. Los aguacates, los mangos, los
mameyes, las diez o doce variedades del plátano, las gua-
yabas de sonrosado corazón, la quinua altiplánica apta
para las más tonificantes sopas; el ají que en riquece y en-
ciende la sangre, los rozagantes pimentones que perfuman
la mesa y al mismo tiempo transforman el acto de comer
en gozo visual y cada plato en paleta de pintura digna de
un Breughel: he allí la sinfonía gustativa con que la tierra
de América sale a agasajar a Europa en la gran fiesta ali-
mentaria de la conquista. El barbudo huésped blanco traía
por su parte para solidificar el magno banquete histórico
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