Page 203 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa
La cocción de los alimentos no solo significa para el
hombre la multiplicación de sus recursos alimentarios,
merced a los procesos de ablandamiento, de gratificación
de los sabores, sino que simplifica las funciones de ingerir
y digerir que convierten a todos los demás animales en
verdaderos esclavos de su estómago. Se comprende en-
tonces la importancia que desde siempre otorgó el hombre
a la cocina como dependencia de la casa, y que aún haya
casas, casas viejas de España o de América, donde la ar-
quitectura del fogón y del horno aventaja en amplitud, en
fuerza y en gracia la de los cuartos de dormir.
De los que pudiéramos llamar subproductos del fogón
nacieron, ya en la edad cavernaria, muchas otras cosas;
nació un método para suavizar el duro suelo donde se
dormía, mediante el tendido de una espesa capa de ceniza
tibia, a modo de colchón, debajo de la piel que le servía al
hombre de cama. La docilidad del carbón de leña ayudó
el nacimiento de las artes representativas. La propensión
de los niños a rayar las paredes, dicen los psicólogos, es la
repetición, por memoria ancestral, del descubrimiento por
el hombre primitivo de las posibilidades del carbón como
recurso comunicativo.
Un hecho bien curioso, y todavía no explicado sino en
parte por los arqueólogos e historiadores de la cultura, es que
el hombre hubiera podido desarrollar sus facultades para
decorar su vivienda, con anterioridad a sus recursos para de -
fenderla. Se supone que en el orden de las necesidades,
las primeras a que debía atender aquel hombre primitivo
fueron las relativas a su sostenimiento y a su seguridad.
Pero no fue así.
El hombre primitivo, que por lo visto era una cria-
tura tan paradojal y desconcertante como los hombres de
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