Page 201 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa


              industria petrolera. Pero aún quedan deleitables rincones
              de aquella vasta mancha de trópico, como el vecindario
              marabino de Santa Rosa, donde el viajero al aproximarse
              sigue viendo surgir la ciudad de las aguas como una imagen
              de espejismo.
                  Pero además de los fuertes y prolongados aguaceros y
              de las ventiscas implacables, todavía acosaban al hombre
              prehistórico en su endeble vivienda a la intemperie, seres
              feroces como el mamut, especie de súper elefante peludo,
              o  como la  más sanguinaria de  las fieras conocidas que
              era el esmilodonte, milenario antecesor de los tigres cuyo
              nombre significa «el de los dientes como cuchillos de za-
              patero». Con semejante vecindario rondándole constante-
              mente el hogar, especialmente por las noches, es probable
              que el hombre no pudiera dormir tranquilo. Y aunque para
              asegurarse el reposo nocturno su organismo había desa-
              rrollado la facultad de roncar ferozmente durante el sueño
              —particularidad orgánica que aún conservan algunos
              hombres de nuestros días—, sus ronquidos apenas le ser-
              vían para amedrentar animales pequeños, acaso los que en
              un tiempo constituyeron su vecindario de la época arbórea.
                  Necesitaba entonces el hombre un tipo de vivienda más
              fuerte, mejor defendida y más estable, que sus recursos ma-
              nuales no estaban aún en condiciones de proporcionarle.
              Sus posibilidades como arquitecto no habían progresado to-
              davía lo bastante para edificarse albergues de piedra, las que
              solo empleaba como material para confeccionarse herra-
              mientas y armas, o para erigirlas en curiosas edificaciones
              de un carácter supersticioso o funerario, en esos monu-
              mentos que la arqueología ha bautizado con palabras de
              una extraña sonoridad, como menhires, cromlechs, dól-
              menes, talayots, taulas y nuragas. Siguiendo a los animales,

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