Page 197 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa
heladas que parecían eternas, produjeron tales alteraciones
en el reino vegetal que los seres animados que vivían de
él debieron acomodar sus organismos, en incesantes pro-
cesos de evolución, a las limitaciones que aquellos cambios
imponían a los árboles como productores de alimentos.
En un período de milenios unos monos redujeron al mí-
nimo su tamaño, como parece que fue el caso del tití o
del miquinho de Brasil, para poder sobrevivir a la escasez
o a la reducción en el tamaño de los frutos. Otros, como
los micos que hoy nos divierten en los zoológicos, desa-
rrollaron el instinto migratorio, para volver a los árboles
allí donde la fruta era abundante… Pero hubo algunos,
como el gorila y el antecesor del hombre, que se habían
desarrollado demasiado para satisfacer su hambre con pe-
queñas raciones, como pudo hacerlo el tití, y además eran
demasiado lentos para emprender una marcha migratoria
con posibilidades de éxito. Lo que hicieron uno y otro fue
bajar al pie de los árboles. Como medios defensivos de los
peligros que acechaban en la superficie de la tierra, el go-
rila desarrolló su fuerza titánica y sus afilados dientes. El
hombre aprendió a diversificar la función de sus extremi-
dades. Aprendió que desplazándose con solo dos de ellas,
las otras dos podrían servirle para defenderse de los otros
animales, para cavar la tierra en busca de los nuevos ali-
mentos, para procurarse albergue en el seno de la tierra:
adquirió la noción de las acciones simultáneas.
De esa manera descubrió el hombre en sí mismo la
más antigua herramienta de trabajo conocida por la his-
toria de la cultura, y que es precisamente la mano humana.
Para conocer en términos de relación el largo proceso que
debió vivir nuestro antepasado para llegar a la posición er-
guida que le permite usar sus manos en una función distinta
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