Page 202 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles
descubrió el hombre que aquel tipo de vivienda segura
y defendida que él buscaba había sido ya construida por
esa gran empresa de ingeniería y arquitectura que es en sí
misma la tierra. Al pie de los montes o en el pecho de las
laderas, bien frescas por el día y relativamente tibias por
la noche, abrían sus bocas oscuras los grandes sótanos de la
naturaleza. Desalojados de su seno los animales por el pro-
cedimiento infalible del ataque colectivo a palo y pedrada,
pasaron los hombres a ocupar las cavernas, inaugurando así
un nuevo capítulo en la historia de la vivienda.
Bien amurallado entre las sólidas paredes de su hogar
cavernario, ya la preocupación principal del hombre no era
protegerse contra el acecho de las fieras, o contra las ca-
lamidades de orden meteórico. Ya disfrutaba por lo tanto
de un relativo sosiego; ya podía dedicar las horas, otro
tiempo ocupadas en la lucha, a ingeniar nuevos recursos,
nuevas técnicas que lo ayudasen a liberarse de la natura-
leza. Descubrió la manera de apropiarse del fuego, de lle-
várselo a su casa, de conservarlo y finalmente de fabricarlo
con un equipo de su propia invención. Inventó la manera
de multiplicar las formas utilitarias del barro, por el some-
timiento al calor, de cacharros cóncavos inicialmente ins-
pirados en la función contentiva de la mano misma. Unos
inventos engendran otros, y la historia de la civilización
no es sino eso: una larga familia de creaciones humanas,
inexorablemente eslabonadas entre sí por la más intrin-
cada maraña de relaciones. Si de la combinación racional de
la tierra y el fuego nació la alfarería, de la yuxtaposición
de ambos elementos convertidos así en objetos de uso nace
la cocina, esa fórmula maravillosa por la que el hombre se
define en biología como el único animal que digiere sus
alimentos antes de comérselos.
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