Page 449 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
               indistintamente la mujer, el niño, el hombre. Ocurrió en un apar-
               tado aledaño de labriegos, en la España de Fernando e Isabel la
               Católica, pero el genio de Lope de Vega le dio nacionalidad en
               cualquier lugar del mundo, hoy, siempre.





               Gabriel García Márquez
               Cien años de soledad


                  Después de leer esta obra indefinible (¿novela, poema en
               prosa, sortilegio?) nadie es el mismo: el tiempo de su vida se des-
               vía de su rutina; ninguna apariencia resiste a su ceniciento relieve;
               lo que fuimos y seremos se vuelve estado de gracia: la tierra deja
               de pesarnos. Uno no lee Cien años  de soledad: uno es su historia,
             [ 448 ] porque al leerla queda tocado para siempre por su magia, que no
               es otra que la de nuestra muy antigua inocencia, y decir Macondo
               es habitar la casa de lo ilímite del entresueño. Así, aceptamos
               como una comprobación inmemorial un remotísimo cuento
               en el que un villorrio encendido de la costa colombiana deviene
               nuestra patria cósmica, donde es posible lo imposible o donde lo
               imposible es la única realidad: hay quien sube al cielo; otro trans-
               figura la pobreza en un reino o propaga el calor de los trópicos
               con sólo cruzar la calle; un gitano juega con las antípodas entre
               cacharros y moscardones; la sangre anda en busca del suicida; el
               presentimiento es un bando de mariposas amarillas; un pedazo
               de hielo signa el descubrimiento del asombro; los Buendía revi-
               ven la estirpe de los ángeles caídos y el espacio no tiene confín
               porque su dimensión es la infinitud de la palabra sometida a ver-
               tiginosas vivacidades: no más la leemos nos desmanda mas allá
               de toda poquedad. El propio Gabriel García Márquez dejó de ser
               el escritor colombiano de Aracataca; ni siquiera es ese autor con
               bigotes y cabeza en las nubes que suele sorprendernos cuando
               atisba entre el fulgor de su fama. Desde que escribiera Cien años






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