Page 447 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
Alejandro Dumas
Los tres mosqueteros (tomo II)
Para inventar a sus mosqueteros, Alejandro Dumas hubo de
escudriñar en un falso manuscrito, de escritura insulsa, pero de
gustoso contenido, de un tal Gartien Courtilz de Sandras, un
mosquetero del siglo XVIII, cuyos infolios hiciera suyos cierto
caballero de Batz y los titulara Memorias de D’Artagnan.
Así, con esas provisiones de noticias y capítulos, buscó la
complicidad de un escribidor, el señor Maquet, para que le diera
apariencia narrativa al voluminoso borrador que luego él rein-
ventaría y transfiguraría hasta darle el fulgor definitivo que hoy
lo eterniza.
La vida de D’Artagnan, el astuto, el pillo, el cuarto mosque-
tero, debió deslumbrar a Dumas sobremanera porque lo distin-
[ 446 ] guió como su personaje consentido. La inagotable aventura del
joven espadachín mueve los infinitos hilos de Los tres mosque-
teros y embrolla su desenlace, por capricho de sí, de un amor de
mujer y de lo inesperado, esa espada clavada en el corazón mismo
de la emoción.
Miguel Ángel Asturias
Hombres de maíz
Miguel Ángel Asturias se hallaba remoto, lejos de su Guate-
mala de indios vestidos o enterrados con hojas de monte y arci-
lla, cuando escucho el Chilam Balam y el Popol Vuh en el latido.
Probó un decir de ají, de miel, de humo, un gusto a vocabulario
de lengua maya-quiché revuelta en castellano colonizador, y
amasándola entre saliva y barro produjo un día de 1949 Hom-
bres de maíz, su obra maestra, esa lujuria de voces y sentidos,
novela, relato, prosa poética. Libro indefinible, libro brujo (cuya
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