Page 445 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
               ensueño. Es una copla íngrima y sola o una reyerta cantada. Ni el
               amor de mujer lo detiene. Uno lo encuentra siempre: en los hori-
               zontes desnudos de Apure, en los pastizales de Guárico, los pal-
               mares de Barinas, los montes de Cojedes y Portuguesa, afinando
               la garganta y la porfía, el adiós en la risa y en el ceño. La leyenda
               viaja con él sobre el anca. Y la fábula. Y el verso. La sombra achica
               su presencia, la luz lo oscurece.
                  Nadie es más solitario. Él es su única compañía. Su confidente
               en los desiertos. No sabe a quién le habla. ¿A sí mismo? ¿Acaso a la
               inmensidad? La soledad que lleva de remonta termina siendo algo
               vivo, algo con voz y figura que el resplandor corporiza, al punto de
               que todo ser real que le sale al encuentro cobra la consistencia del
               fantasma, del espanto, en pleno mediodía.
                  Rómulo Gallegos trata de retenerlo, de hacerlo sedentario;
               intenta darle semejanza de melodrama, de anécdota social y polí-
             [ 444 ] tica en la novela incomparable, pero el cantor se le escapa a caba-
               llo y en los octosílabos. Anda en busca del diablo para medirse
               con él en una “noche de fiero chubasco”, sostiene Alberto Arvelo
               Torrealba, quien los enfrenta en su poema memorable. Como
               perdieron su huella, en las páginas de la novela y en la memoria de
               los llaneros aseguran que se lo llevó el ángel sombrío.





               Joseph Conrad
               El corazón de las tinieblas

                  Un barco desciende por el Támesis y se adentra en el infierno.
               El capitán Marlow dirige la navegación hacia una selva de zozo-
               bra, el asedio del caníbal y la fatalidad del cuchillo y del disparo.
               No se escucha un pájaro, y ninguna fiera, que no sea el hombre,
               habita la espesura o va de pasajero entre los condenados.
                  ¿Por qué un destino semejante reúne a la tripulación del
               Nellie? Marlow ha recibido la orden de ir hasta el confín mismo de






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